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En un atardecer de un sábado porteño sentada a la mesa de un bar termino de leer Entre los adoquines una margarita se despereza, segundo libro de María Victoria Escoz. Recorrer el libro es sentir eso vivo atrapado entre cemento que pulsa por despertar. La ciudad, entonces, se me presenta como un organismo de piedra, grieta y yuyos donde a pesar de todo asoman flores.
No cabe duda que Victoria es una poeta del núcleo urbano que hace de la ciudad la tinta de sus versos. Denuncia su marcha incesante, en la urbe “siempre es un poco tarde” y “el tiempo se cuelga de los postes”. La escribe como la imagen del sistema que asfixia entre miradas inquisidoras, rejas que hacen de las casas jaulas y un respirar agitado entre tantas historias ignoradas.
Del prólogo de Majo Bozzone
