Este es un poemario sobre el movimiento, como el del mar o como el de la memoria colectiva. Un ir que siempre vuelve, una vuelta que nunca es igual: siempre se arrastra algo nuevo, restos desintegrados de lo que quedó.
Y es ese movimiento el que nos trae la historia de una casa, de una lengua, de una familia y de su nombre tallado en una piedra. ¿Hay algo más fundante que un nombre tallado en una piedra? La voz poética transita la enunciación del dolor y lo que queda de este como sedimento en la palabra colectiva. Por momentos se posiciona y, en una primera persona, nos ubica en una historia en particular para luego tomar la voz de un nosotres, de una historia que nos atraviesa a todes. En ese cambiar de voz nos moviliza.
Del prólogo de Vanina Santoro