La poesía de Mariana Garfinkel se mueve como estela producida por la retaguardia. El movimiento duro y normalizador ya dejó su huella. Ahora es tiempo de recorrer ese espacio nombrando lo que hay y lo que intenta resurgir. Es en ese nombrar que la lengua se abre para volver a latir, para reconocer, por ejemplo, la potencia de la savia. También para abrirse a lo nuevo.
De las palabras preliminares de Horacio Maez.